Viaje inolvidable a sevilla

 Sevilla en el corazón: un viaje para recordar



Viajar siempre ha sido una de esas experiencias que me llenan el alma. No solo por descubrir nuevos lugares, sino por lo que esos sitios me hacen sentir. Hace un tiempo tuve la oportunidad de conocer Sevilla, una ciudad que me envolvió con su historia, su luz y su aroma inconfundible a naranjos. Pero, sobre todo, fue un viaje especial porque lo compartí con mi madre, mi madrina y mi abuela.

Un paseo por la historia

Sevilla es una ciudad que respira historia en cada rincón. Recorrer su casco antiguo es como viajar en el tiempo: calles empedradas, edificios majestuosos y esa mezcla de culturas que la hacen única. La catedral me dejó sin palabras con su imponente belleza, y subir a la Giralda fue una experiencia increíble, con unas vistas que parecían sacadas de una postal.

Después, paseamos por el puente de Triana y nos acercamos a la Torre del Oro, que brilla con la luz del atardecer reflejada en el Guadalquivir. Y qué decir de este río… inmenso y lleno de vida, atravesando la ciudad con esa elegancia que lo hace inconfundible.

Uno de los momentos más mágicos fue la ruta en coche de caballos. Mientras recorríamos la ciudad al ritmo pausado de los cascos sobre el suelo, sentí que Sevilla se mostraba en todo su esplendor. Una experiencia que recomendaría a cualquiera que visite la ciudad.

El reto de encontrar dónde comer… y la sorpresa final

Cuando tienes intolerancia al gluten y a la lactosa, encontrar sitios donde comer bien no es tarea fácil. A veces, viajar significa enfrentarse a menús limitados y pocas opciones seguras. Pero en Sevilla tuve la suerte de encontrar un restaurante que me encantó. Todo estaba delicioso, y por un momento pude olvidarme de las limitaciones y simplemente disfrutar de la comida sin preocupaciones. El nombre del restaurante es postigo 10,lo recomiendo 100%.

El verdadero tesoro del viaje

Sin embargo, lo que más disfruté no fue un monumento, una comida o un paseo. Lo mejor de este viaje fue compartirlo con mi familia. Con los años he aprendido que lo más valioso no es el destino, sino las personas con las que lo vives. Mi madre, mi madrina y mi abuela hicieron que este viaje fuera inolvidable. Porque el tiempo pasa rápido, y no hay nada más bonito que aprovecharlo con quienes nos quieren.

Sevilla me regaló momentos de felicidad, recuerdos que guardaré siempre y una enseñanza que nunca hay que olvidar: disfrutar, sin prisa, de lo que realmente importa.


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